lunes, 25 de febrero de 2013

La “justicia”. De castas y años negros, a un barajar y dar de nuevo.


Patricio Nicolás Sabadini.* *Fiscal Federal de la ciudad de Resistencia, Chaco. Ministerio Público Fiscal de la Nación.


Si uno efectúa un viaje al pasado de aquello que se apoda “justicia”, es decir un grupo de personas electas por medio de un método de democracia indirecta con la potestad de decidir jurídicamente sobre determinadas coyunturas individuales o colectivas, se va a encontrar con algo en común, tanto en gobiernos autoritarios (y vaya que los conocemos), como democráticos: una lógica de funcionamiento enquistada desde hace décadas.
Esto respondía a un sistema, a excepción del acceso a cargos en la justicia por medio de concursos de antecedentes y oposición de Magistrados del Poder Judicial, del Ministerio Público Fiscal y de la Defensa instaurado no hace mucho; de lazos, jerarquías, relaciones de parentesco. Estas relaciones ocupan un lugar central en la forma de estructurar el mundo en el que tejen relaciones.

La estructura está implantada desde hace décadas, donde para analizar y entender las relaciones de poder en la “justicia” no debe enfocarse en la investigación sobre personas marginales o vulnerables sino sobre aquellas capaces de transformar sus prácticas o costumbres en hegemónicas- No se puede negar que las transformaciones políticas, socioeconómicas y culturales en la historia argentina han hecho su descarga a tierra en el Poder Judicial. El juez proponía como modelo de país la supervivencia de su propia estirpe. Mas allá del quiebre o cambio de paradigma durante el advenimiento y logro de las masas que representaron los movimientos sindicales y los derechos de los trabajadores en la década del cuarenta, así como el nacimiento del fuero laboral resistido por parte del Poder Judicial tradicional, llegada la década del sesenta, las circunstancias políticas de la época sirvieron de ingredientes para ratificar un Poder Judicial elitista, aislado de los sectores populares, conservador, ostentando un catolicismo según el fuero y con la señal de estar ungidos por un pasado aristocrático, caracterizado por la apoliticidad y neutralidad aséptica. (SARRABAYROUSE OLIVEIRA 2011:78). Como bien lo señala SARRABAYROUSE OLIVEIRA, en su sensacional tesis sobre las relaciones carnales entre el Poder Judicial y las fuerzas armadas durante el terrorismo de Estado en uno de los casos paradigmáticos, el de la “Morgue Judicial”: “La neutralidad aséptica de los jueces sostenía la concepción de la magistratura como función superior que podía ser solo desempeñada por elegidos y creaba la idea de una posición privilegiada , reflejada y sostenida por múltiples relaciones jerarquicas tanto al interior de la justicia como en su relación con el afuera institucional.” (SARRABAYROUSE OLIVEIRA 2011:79)


Sobre esta lógica preexistente se asentó una de las dictaduras mas sangrientas de los últimos setenta años en el globo, donde el Poder Judicial no solo hizo oídos sordos o la “vista gorda” a las atrocidades cometidas por las fuerzas armadas sino en determinados casos llegó a colocarse la camiseta del régimen, colaborando con la impunidad de dichos excesos, no llevando a cabo la investigación y permitiendo que se borren pruebas, es decir “la vuelta de tuerca” que le faltaba a la impunidad.

Esta apertura al medio por parte de la justicia penal, ante las irritaciones del entorno ocupado por la política, son las que durante los años noventa fueron canalizadas por la impunidad - en lo que llamo la segunda muerte del Estado de aquellos que facilitaron la aniquilación de la cosa pública – por el Poder Judicial, en un mix de presiones del Poder económico, hoy mas que cimentado. Esto es necesario comprender previamente a los fines de quitar las fichas del tablero para iniciar una nueva partida, es decir de una “justicia legítima” o democratización de la justicia.

Esta debe comprenderse como aspecto primordial, atravesar una estructura contracturada, cerrada, conservadora por la espada del control democrático donde no solo signifique la mirada, por decirlo así, hacia la lucha en contra de la corrupción funcionarial sino que lo sea frente a ese Poder Económico que codifica y descodifica las funciones propias del sistema judicial, la de servir de herramienta de contrapeso a las inequidad estatal, en favor de los menos favorecidos. Este poder económico, en términos de dañosidad social que tanto interesa a la opinión pública, ocasiona mayores costos a la sociedad cuando evade impuestos, blanquea dinero, incluso ocasiona un grave costo cuando monopoliza el pensamiento. La selectividad también guarda relación con las características propias de los delitos que afectan a cada sector de la sociedad. La diferencia entre las conductas desviadas tomadas por los sectores vulnerables, en su mayoría contra la propiedad, ya sea de forma violenta o no, y aquellas tomadas por los sectores más privilegiados radica en la transparencia e inmediatez de aquellas.- La mentada transparencia es el condimento que en la mayoría de los casos es captada por los medios de comunicación, dando la apariencia de que el sector de la delincuencia esta acaparado por la mayoría de estos sujetos con privaciones, cuando en realidad constituyen el % 8,6 del daño o costo del hecho ilícito. En cambio, el precio del delito de los poderosos, ya sea en el área de la función pública, evasiones al fisco, defraudaciones, etc, se ve triplicado en porcentaje respecto a aquellos (cifras del Reino Unido a comienzos de los años 80’, LEA/YOUNG 2001:98).

Otros ejemplos de estandarización de estas costumbres sólidas dentro de un Poder poco transparente a la vista de la sociedad se podrían traducir en el acceso a los cargos, en todos sus estamentos, por medio de concursos de antecedentes y oposición, rompiendo con una costumbre de lazos de parentesco, amistades, compromisos o linaje dentro del Poder Judicial, formas de hacer pagar a todos los intereses particulares de quienes componen la estructura, reemplazada por la competencia sana y emprendedora.

Por ello, si tenemos en cuenta que las utopías se transforman en esperanzas cuando aquellas son puestas en prácticas, nos llega la hora de repensar los criterios de selección del Poder Judicial frente a las coyunturas, descontracturar un sistema cerrado, tradicional, monárquico (incluso en términos que aún se emplean, como “vuestra señoría” o “vuestra excelencia”), que hoy se deja abrir al medio fácilmente ante irritaciones del subsistema económico, y se debe lograr ese ansiado objetivo, aquella “justicia”, con contenido de lucha a favor de las clases vulnerables y en interés de ellas.   


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