Entrevista a julián axat
Defensor oficial de menores, poeta e hijo de desaparecidos, brega por un nuevo perfil de funcionario judicial.
Por:
Pablo Roesler
Pablo Roesler
La
justicia debe ser social y popular." Así lo entiende el defensor
oficial del Fuero Penal Juvenil de La Plata, Julián Axat Della Croce,
que tiene a sus padres desaparecidos, que además es poeta y mantiene en
el centro de su escritorio de los tribunales platenses una estatua del
Gauchito Gil, que lo protege y a quien sus defendidos, todos
adolescentes pobres y en problemas con la ley penal, le piden deseos de
libertad cada vez que los entrevista.
A pesar de todo, Axat asegura que ya no es una rara avis dentro de
ese poder del Estado provincial. Y afirma que son muchos quienes piensan
como él, que es uno de los firmantes del comunicado del movimiento
Justicia Legítima y que participó del encuentro que el 26 de febrero ese
espacio mantuvo en la Biblioteca Nacional. El defensor asegura que la
búsqueda de un nuevo perfil de magistrado y empleado de la justicia, con
mirada social y sensibilidad, es el camino para romper con el
estereotipo del burócrata kafkiano, del tecnócrata noventista,
indiferentes a los vulnerables.
De las paredes del despacho de Axat cuelgan una foto de la bandera
de HIJOS. La Plata desplegada antes de marchar para escrachar, en el año
2002, a un represor bonaerense; un cuadro con fotografías del escritor
austrohúngaro Franz Kafka y otros tres con reproducciones de los dibujos
que ese abogado hacía junto a sus escritos. Las imágenes y una
biblioteca al fondo, rodean el escritorio en el que crecen pilas de
expedientes y libros de derecho, rodeando al santo popular.
"El kafkianismo es un adjetivo, ya no un personaje. Franz Kafka era
abogado de una empresa burocrática, una aseguradora de riesgo. Y lo que
hacía después de trabajar todo el día, por lo general, era dibujar o
escribir", explicó Axat a Tiempo Argentino. "En sus dibujos –agregó–
están siempre los muñequitos con un traje o un frac, y siempre son
negros, blancos o grises. Es el hombre de Estado, el empleado que no es
sensible, que tiene un problema con la otredad, que toma distancia de
las cosas, porque todo es formalismo, escepticismo, pureza. Entonces,
Kafka está siempre luchando contra esa jaula que es su cuerpo, la jaula
de la formalidad, la jaula que después va a devenir en el Estado
fascista".
Sin embargo, Axat aclaró que Kafka no era kafkiano. Y que, en su
persona, literatura y justicia van de la mano. El hombre sensible, el
que escucha, el que se involucra con el otro es el Kafka escritor y
también el concepto de operador de justicia que reivindica este defensor
oficial y poeta platense, de 36 años, que llegó a la justicia para
defender pibes pobres.
–Esas jaulas que encerraron a Kafka, él las rompió con la
literatura. ¿Eso tiene relación con la democratización de la justicia y
la ruptura de esa burocracia judicial?
–Una de las cuestiones que tiene que ver con la democratización de
los operadores burócratas es parte de lo que planteó (la procuradora
general de la Nación, Alejandra) Gils Carbó en su discurso inaugural del
encuentro de Justicia Legítima. Ella planteó tres modelos de operador
del derecho: el modelo del aristócrata de principios de siglo; los
jueces del posperonismo, en la década del ‘60 y ‘70; y cuando aparece el
consenso de Washington y surgen las nuevas burocracias, a veces de
origen plebeyo que a través de su ascenso social se convierten en
burócratas asépticos, distanciados de la sociedad, en hombres no
sensibles, hombres robot, hombres máquinas: hombres kafkianos. Yo me
detuve en ese esquema, porque los burócratas de los '90 son hijos de
esos que a su vez son hijos del orden conservador. Y aunque también
tienen origen plebeyo o medio, tienen la idea del management, de los
modelos de gestión norteamericano, de las líneas bajadas por el Banco
Mundial y por el FMI: son abogados o gestores de empresas cuyos modelos
son la eficacia, la eficiencia, la reducción del estado, donde la
palabra de lo público es una mala palabra. Creo que Gils Carbó lo que
marcó es la necesidad de un nuevo perfil profesional. De un nuevo perfil
de operador del derecho y, por lo tanto, de magistrado, que tiene que
ver con romper con estas tres cadenas: con el aristocrático como nobleza
de estado, como el burócrata de mediado de siglo y el tecnocrático y
eficiente de los '90.
–¿Y cómo será ese nuevo operador?
–El nuevo operador de derecho que tiene que parirse es un operador
vinculado fuertemente a la justicia social, a los sectores sociales, con
una carga de sensibilidad muy importante que tiene que ver con la
otredad. Y la otredad son los sectores más vulnerables. Tiene que ver
con todas las diferencias sociales, con los siempre tratados como
enemigos, ahora tratados como amigos: los menores, las mujeres y las
cuestiones de género, la libertad sexual; con los vagabundos, con los
desclasados, con los inmigrantes. Con todos los que la sociedad
consideró parias o enemigos durante casi todo el siglo XX. Entonces, el
modelo de operador político tiene que ver con la inclusión de esos
sectores, con sensibilidad hacia ellos. Por eso es también una crisis
con el modelo del kafkianismo.
–¿En qué sentido?
–Porque la sensibilidad del funcionario tiene que ver con la
posibilidad del funcionario de ponerse en el lugar del otro, de
escucharlo y con esto sobre lo que Kafka trabajaba que tiene que ver con
la sensibilidad poética o literaria. Entonces, el funcionario ya no es
una persona que sabe leyes, es un tipo formado en muchos saberes.
–Por historia personal y por su carrera, usted puede ser considerado como una rara avis de la justicia. ¿Cómo es su ingreso?
–Yo trabajo en la justicia hace 12 años. Entré como oficial,
después fui secretario, prosecretario y luego entré a lo que se llama
"nivel 20", que es la jerarquía de magistrado, pero como defensor
oficial. En ese trayecto, lamentablemente, pesaron sobre mis espaldas
dos estigmas: por un lado, el de ser hijo de desaparecidos en un fuero
penal provincial que estuvo impregnado por el concepto de subversivo, en
el que me tuve que topar con los mismos jueces que rechazaron los
habeas corpus de mis papás y lamentablemente he tenido que verles las
caras a eso tipos trabajando en el cotidiano. Sobre todo en un lugar
donde los que trabajaban eran policías, porque cuando yo ingresé se
estilaba que los empleados fueran ex policías. Y después, siempre me
vinculé con los sectores populares con los que estaba trabajando, como
empleado siempre presté una atención especial a los sectores populares y
eso de alguna manera me marcó: "Emula a los padres" o "sigue la línea
política de los padres", decían, lo cual no es cierto. Y eso fue una
carga fuerte. Pero he tratado de moverme siempre de manera no arrebatada
y tratando de no inmolarme en este sistema. Trabajando con
racionalidad, con sensatez, haciendo planteos que quizás son disruptivos
pero tratando de buscar consensos en lo que estoy haciendo. Cuando me
nombran defensor yo hago ciertos planteos que producen cierto efecto
provocador pero me parece que con el tiempo esos planteos terminaron
adecuándose.
–¿Qué tipo de planteos?
–Uno de los primeros planteos que hice cuando fui defensor oficial
fue el tema de averiguación de identidad y contravenciones. Con el
tiempo, esos planteos fueron consolidándose y al día de hoy ya no son
vistos como díscolos o como locuras de un defensor, sino que se está por
derogar el tema de las contravenciones, el fallo (por el joven
asesinado en una razzia policial en 1990, Walter) Bulacio fue muy
importante y había que adecuarlo a la provincia. Se sabe hoy en día que
no se puede desalojar cuando hay menores. Digamos, son cosas contra las
que yo luche al principio y que la reacción era: "¿Qué dice este tipo?" Y
sin embargo, fuimos avanzando hasta un lugar que ya se saben estas
cosas, hay un consenso que se va logrando. Pero no soy el factótum de
los cambios, sino que hay otros como yo que están planteando las mismas
cosas, porque las conquistas de derechos son colectivas, no son de
héroes individuales.
–¿Como interpretó, en el marco de la discusión por la
democratización de la justicia y el encuentro de Justicia Legítima, el
discurso del presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti?
–Lo interpreté en el mismo sentido en que lo han interpretado
algunos analistas periodísticos: es decir, que hay una intención del
presidente de la Corte de quedar bien con todos. Un diario tituló "El
equilibrista", y ese concepto es cierto y muy interesante, porque
Lorenzetti es un operador judicial de los más hábiles que he visto en la
justicia, es muy versátil. Pero a veces, uno se da cuenta que tiene una
visión republicana de la justicia, muy cercana a las que tienen los
norteamericanos sobre los conflictos que ocurren en ese Poder. Esto es,
que la independencia judicial es siempre una balanza de dos poderes
simétricos. Y cuando Gils Carbó dice que no podemos atribuir la misma
asimetría del mercado a la justicia le está diciendo a Lorenzetti que la
balanza está desbalanceada, que la justicia siempre recibe asimetrías.
Ese concepto de equilibrio que es igual al de la justicia pura de la
balancita y el de los economistas ortodoxos frente al mercado, ya no
corre más.
–¿Cuál es entonces el concepto de independencia judicial?
–El concepto de independencia judicial, equilibrio y conflicto
judicial, es justicia para los desiguales, no justicia para los que
tienen poder. Ese es el concepto: justicia legítima para los débiles y
los que menos tienen. Entonces la independencia no es respecto de
aquellas dos partes que están en litigio, sino que es independencia de
la parte más poderosa, del poder fáctico, real. Entonces, el concepto de
justicia independiente que me parece que tiene Justicia Legítima es
ese: la independencia de los poderes más concentrados. Lorenzetti ve
como si fueran dos cosas iguales en litigio.
–En lo cotidiano, ¿cómo es su concepto de justicia social y popular?
–El compromiso que yo tengo con mis clientes es también mi
compromiso con sus familias y no se reduce a la cuestión penal. También
es con la cuestión económica, social, alimentaria, cultural y educativa.
Porque toda causa penal es en realidad la punta del iceberg de un
conflicto social que hay detrás. Todo pibe que ingresa a la defensoría o
no tiene casa y vive en la calle, o está desarraigado de sus padres, o
se contagió de HIV o está pasado de paco. La causa penal es el síntoma.
El modelo de defensor público que no está pensando en el síntoma, aunque
por su puesto hay que trabajarlo, sino que está pensando en las
necesidades básicas insatisfechas, está trabajando en ese lugar. Un pibe
que viene preso porque se robó una botella de vino, yo no lo voy a
defender solo por la botella de vino; voy a hacer la demanda y escribir
el poema, pero también voy a preocuparme porque ese chico tenga casa,
tenga un lugar de contención. El caso "H" es un chico que logramos
revincularlo con una familia, logramos mucho. Todo empezó por el robo de
una botella de vino, pero eso es el síntoma. Y eso es lo que le importó
al sistema. Cinco meses preso estuvo porque se robó una botella de
vino. Pero había toda una historia atrás de la botella robada.
–Llama la atención su despacho. Junto a los cuadros y la
biblioteca, su escritorio está resguardado por una estatuilla del
Gauchito Gil.
–El Gauchito Gil me lo regaló un pibe que entró y lo logramos
liberar. Me lo trajo de regalo y me dijo: "Este gauchito es para todos
los pibes que vos atiendas en el futuro y para que cada vez que ingresan
y vos los asesores le pidan un deseo." Y ahí lo tengo. Y cada vez que
viene un pibe y entra preso, y en algún momento tienen que salir, yo les
digo que pidan un deseo. Algunos, los que no me quieren contar el
deseo, se lo dejan en un papelito. Algunos se lo quieren llevar. Y el
Gauchito también me protege a mí, porque yo creo en él y me protege a mi
también. Y también que esté ahí, entre el pibe y yo, hace que los
chicos se sientan más sueltos. No digo que lo tenga ahí por eso, porque
yo creo en el Gauchito Gil, pero que esté al lado mío genera empatía y
logramos a veces construir una relación que hace que nos paremos mejor
ante los jueces. Entre Kafka, el Gauchito Gil e HIJOS, sacamos cosas
buenas acá.
–¿Y que suelen pedirle al Gauchito?
–La libertad. Porque es el santo de la libertad. Y si a la justicia
no le ponés los mitos, continúa con distancia hacia los sectores
sociales. El límite de todo esto es ser un demagogo. Pero el día que yo
haga eso, me voy de la justicia. Para burócrata no: mi padre murió a los
25 años, yo no me voy a convertir en un burócrata. -<dl
la rebeldía de su padre
Julián Axat tiene 36 años y es hijo de Rodolfo Jorge Axat y Ana
Inés Della Croce, una pareja de militantes peronistas y Montoneros
secuestrados en un departamento ubicado en pleno centro platense el 12
de abril de 1977. Por entonces, el futuro defensor oficial tenía siete
meses. Al día de hoy, sus padres continúan desaparecidos.
Axat admite que su pertenencia a una familia de clase media
platense ayudó a su ingreso a la Justicia. Es que Jorge, antes de
decidir convertirse en un obrero del frigorífico Swift de Berisso, era
un estudiante avanzado de medicina y filosofía y jugador de rugby en La
Plata Rugby Club, parte de esa generación de rugbiers que cuenta con 18
jugadores arrebatados por la dictadura militar.
El defensor también identifica en su perfil la rebeldía de su
padre. “Mi padre se rebeló al esquema familiar y decidió proletarizarse
traicionando el mandato. Yo, sin proletarizarme, creo que he hecho lo
mismo”, admite el abogado platense, que además, al igual que sus padres,
se reconoce peronista.
una botella, un sumario y un poema
"Yo escribí un poema, que después levantó un diario, por un
problema de una botella de vino de 7 pesos que un chico se robó y me
iniciaron un sumario porque un camarista leyó el poema y no le gustó. Un
disparate. Tuve que contestar que la literatura no es criminalizable,
que tiene que ver con la libertad de expresión", recordó Julián Axat.
El episodio fue sencillo y trágico: un adolescente robó una botella
de vino de un almacén y lo atrapó la policía. Lo juzgaron, lo
condenaron y pasó cinco meses detenidos.
"Yo emití mi opinión. No me sancionaron al final porque me dieron
la razón, pero el sumario me lo iniciaron", agregó el defensor. Y cuando
el chico recuperó la libertad, juntos reescribieron el poema, en código
de hip hop":
Hip hop botella 7 Pound's
siete Pound's/
siete-hop por robarse una botella sin seven-up,/
desapoderada dice el expediente,/
aprehendido sea callejero, trapito, limpiavidrios, sin beca o sueldo, hey!/
llega patrulla juvenil con costo-implementación cuarenta mil hips,/
y baja oficial (sueldo cuatro mil hops)/
"arriba las manos, deje esa botella etílica de siete Pound's"/
ya adelante fiscal (sueldo veinte mil hops) "pide cárcel" hey!/
para que juez (sueldo veinte mil hops) escriba autos y vistos/
"marche preso" y carcelero harto de cobrar (cuatro mil hops),/
recibe al bisoño diciendo: ¡qué te mandaste pibe, la botella de siete Pound´s! Hey!/
y grita el señor Ministro: esto sale al erario (por mes) unos (tres mil hips)/
y se hace el juicio oral dura dos días con alegatos y todo el teatro (diez mi Hips!)/
Y llega condena pero se apela y los Señores Camaristas cobran (cuarenta mil hops!)/
y confirman adentro (siete meses) por/
la botella de/
siete Pound's.
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